Para el Divino Exilio

Por lo general a las cuatro de la tarde ya se escuchan las voces de zapatos que corren pidiendo auxilio; ya para las cinco son las voces las que se toman el sonido de los dedos que deberían ir escribiendo números y criterios anímicos; son las seis y no quedan vestigios de las ensaladas, ni de los pides, ni del café; uno frente al otro en ese cuarto de enorme corazón, rayando las siete historias más maravillosas, intentando siempre lo más difícil y melancólico: del lado de acá atravesar hasta el lado de allá... y entonces llegan los carnavales de la Jirafa con ese tumba´o en las caderas; la falta que nos hace el Pez de la semana y los dedos que cruzamos para que sea más feliz; las historias entre drama y tragedia del ninno consentido y es que él ha dicho que será nuestro secretario; regresan las ocho con ella que huele a sándalo y a sus mares de amigos vé; y esta otra mujercita de risa alegre que apenas anda comenzando; la de sangre azul que nos ha prometido bailarnos un negroide...y yo, a las diez de la noche, acá motivándonos para que este nuevo rinconcito se llene de sonrisas, para que estando en el exilio nos comamos las mejores tortas, para que las voces sean ecos de sorpresas cuando estemos lejos.